“Un samaritano que iba de camino
llegó junto
al hombre herido,
y al verle tuvo compasión y, acercándose,
vendó sus heridas,
ungiéndolas con aceite y vino,
y montándolo sobre su propia cabalgadura,
lo
llevó a una posada y cuidó de él”.
Jesús, en su vida terrena,
vivió
haciendo el bien y curando
a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen
samaritano,
camina entre nosotros y se acerca
a cada hombre y mujer que sufre
en
su cuerpo y alma,
con el deseo de curar sus dolencias.
Cristo Jesús,
Salvador deseado
y esperado de la historia,
de mi historia…
ven a caminar por
ella:
pasado, presente y futuro.
Tú, que caminaste por caminos,
senderos
y calles de pueblos y ciudades,
camina hoy por mí
y bendíceme con tu
amor.
Tú, que curaste a los leprosos,
cura la lepra espiritual que hay en
mí,
y que se produjo como consecuencia
de aquellos pecados que, por ser
soberbio,
débil o ignorante,
me sumieron en la enfermedad.
Clávalos en tu cruz
y
unge mis heridas con tu bendita sangre.