Con humilde y devoto corazón
llego hoy a vuestra presencia,
¡oh gloriosísimos abuelos de Jesucristo,
Joaquín y Ana:
Confiado os suplico
seáis mis fieles intercesores para con Dios,
a fin de que por vuestras heroicas virtudes
me conceda lo que tanto deseo y vos no ignoráis!,
¡Oh dichosísimo par, Joaquín y Ana,
grandísima es la confianza que en vos tengo,
creyendo que el clementísimo Dios
no podrá negarse a mis instancias
si os dignáis de patrocinarlas y recomendarlas
con una sola palabra,
pues a medida de la soberana honra
con que el eterno Padre os ha ensalzado
entre todos los demás santos
para dignísimos abuelos de su Unigénito,
será en el trono de su misericordia
poderoso vuestro amparo, y
dichosos vuestros devotos!