Señor…
Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes
y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la razón,
si me das éxito, no me quites la humildad,
si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la moneda,
no me dejes inculpar de traición a los demás
por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo
y a no juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo,
ni en la desesperación si fracaso.
Más bien recuérdame
que el fracaso es la experiencia
que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar
es un signo de grandeza
y que la venganza
es una señal de bajeza.
Si me quitas el éxito,
déjame fuerzas para aprender del fracaso.
Si yo ofendiera a la gente,
dame valor para disculparme.
Y si la gente me ofende,
Dame valor para perdonar.
Señor… si yo me olvido de ti,
Nunca te olvides de mí.