Eremita, abad y
confesor,
santo patrono de
pueblos y ciudades
y de cuantos en vos
confían,
a vos que fuisteis un
prodigio
de paciencia y
humildad,
Jesucristo os
constituyó
“Abogado en las cosas
difíciles”
Confiado en estos
dones,
a vos acudo
humildemente,
a pesar de ser un gran
pecador
y me atrevo a
escogeros
por mi celestial
Patrón,
Abogado y Protector,
Abogado y Protector,
no sólo durante la
vida,
sino también en el
terrible trance
de la muerte, la que a Vos.
tanto temor os infundió
de la muerte, la que a Vos.
tanto temor os infundió
que os hizo
exclamar:
"Sal, alma mía,
sal,
¿por qué temes y te
acobardas?
casi setenta años ha
que sirves a Dios,
a Jesucristo y
¿todavía temes morir?"
Recibidme,
pues,
¡oh San Hilarión
milagroso!
por vuestro perpetuo
siervo,
asistidme con vuestro
valimiento
en todos los instantes
de mi vida,
socorredme en esta
dolorosa y grave necesidad
(hacer la
petición)
y sed mi
protector,
especialmente a la
hora de la muerte,
para cuyo momento os
invoco
y así pueda mejor
conseguir mi eterna salvación
Ruega por
nosotros,
¡oh bendito San
Hilarión!,
para que seamos dignos
de alcanzar
las promesas de
Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Rezar con verdadera
fe, esperanza y confianza,
el Credo,
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.