Os conjuro, espíritu rebelde,
habitante y arruinador de esta casa,
que sin demora ni pretexto
desaparezcáis de aquí
haciendo disolver cualquier maleficio
que hayáis echado vos
o cualquiera de vuestros ayudantes;
por mi lo disuelvo
contando con la ayuda de Dios
y de los espíritus de luz Adonay,
Elohim y Jehová.
Quiero además, atarte
con el precepto formal de obediencia,
para que no puedas permanecer,
ni volver, ni enviar a otros,
ni perturbar esta casa,
bajo la pena de que seas quemado
eternamente con el fuego
de pez y azufre derretidos.