¡Ay dolor, dolor,
dolor,
por mi hijo y mi Señor!
Yo soy aquella María
del linaje de
David:
¡Oíd, hermano, oíd
la gran desventura mía!
A mí me dijo
Gabriel
que el Señor era conmigo,
y me dejó sin abrigo
más amarga que
la hiel.
Díjome que era bendita
entre todas las nacidas,
y soy de
las doloridas
la más triste y afligida.
Decid, hombres que
corréis
por la vía mundanal,
decidme si visto habéis
igual dolor que mi
mal.
Y vosotras que tenéis
padres, hijos y maridos,
ayudadme con
mis gemidos,
si es que mejor no podéis.
Llore conmigo la
gente,
alegres y atribulados,
por lavar los pecados
mataron a un
Inocente.
¡Mataron a mi Señor,
mi redentor verdadero!
¡Cuitada!,
¿cómo no muero
con tan extremo dolor?
Señora, santa María,
déjame
llorar contigo,
pues muere Dios y mi amigo,
y muerta esta mi
alegría.