¡Oh! Custodio y Padre de Vírgenes, San José,
a cuya fiel custodia fueron encomendados
Cristo Jesús y la Virgen Maria.
Por estas dos amadísimas prendas,
Jesús Y María,
os suplico con tanta insistencia como humildad
me alcancéis la gracia de que
manteniéndome puro en la mente,
limpio en el corazón y casto en el cuerpo,
sea siempre castísimo siervo
de Jesús y María.
Amén.