¡Amantísimo Padre
y Protector mío,
San Vicente
Ferrer!
Alcánzame una fe
viva y sincera
para valorar
debidamente las cosas divinas,
rectitud y pureza
de costumbres
como la que tú
predicabas,
y caridad
ardiente para amar a Dios
y al
prójimo.
Tú, que nunca
dejaste sin consuelo
a los que confían
en ti,
no me olvides en
mis tribulaciones.
Dame la salud del
alma
y la salud del
cuerpo.
Remedia todos mis
males.
Y dame la
perseverancia en el bien
para que pueda
acompañarte
en la gloria por
toda la eternidad.
Amén.